Un milagro para levantar tu fe

Cristianos y no cristianos recuerdan los milagros que cuenta la Biblia, como los de la hija de Jairo y Lázaro. Los ubican en aquellos tiempos y, aunque oran mucho, ven poco factible que ocurran milagros así, aquí y hoy. Yo creo que milagros ocurren siempre…desde que despertamos. Mi vida está llena de milagros, y sentí compartir este.

Era el 1992 me reconcilié con el Señor en la Iglesia Fuente de Agua Viva. Había hecho profesión de fe a los ocho años en la Primera Iglesia Bautista de Barrio Obrero, donde me gradué de prekínder y kínder.

Seis meses más tarde, mi hijo de 4 años empezó a tener fiebre durante un fin de semana. Llamé al pediatra, quien estaba a punto de irse de la oficina y me dijo que le llevara al hospital donde él asistía. Lo llevé y la Sala de Emergencias estaba llena debido a un tiroteo que había ocurrido cerca; tuve que volver a casa. Seguí las instrucciones del médico en casa y llevé a mi hijo el domingo al hospital. El pediatra estaba, indicó análisis de sangre y placas, y quedó pendiente al informe del médico de emergencias: Resultado: 32,000 de contaje de bacterias, resultado pendiente en las placas. Le ordenaron antibiótico por venas, no se le pudieron canalizar, y le pusieron una inyección. Fue una noche desesperante con un “rule-out” o diagnóstico de meningitis. Ahí empezaron mis oraciones. Al día siguiente llegó el pediatra a las 6 am, lo puso en una camilla y nos dijo: “Vamos para el Pediátrico Universitario en tu carro y yo me voy con ustedes”.

Cuando llegamos todo estaba listo para correr con mi hijo. El médico me dijo que mientras le hacían un CT Scan, fuera a pedir la autorización de mi plan médico para los exámenes. La oficina del Plan me notificó que se debían dos plazos del plan y cuando expliqué lo que pasaba, me autorizaron el procedimiento. El niño se quejaba de ver negro y decía bajito: “Papito, potégeme” (en el lenguaje del niño pequeño).

No… no se imaginan mi angustia, mi dolor, mis nervios. Pero Dios siempre me ha equipado para reaccionar de una manera de “resolver” cuando tengo situaciones de crisis, y concentrarme en las soluciones de Dios. La crisis mía y la temblequera me vienen cuando ya todo paso. Esta situación no fue una excepción.

Explico todo paso por paso, para que vean las manos de Dios en todo. A veces nos ponemos tercos ante una emergencia y no vemos cómo Dios coloca a las personas perfectas, sus ángeles, las situaciones, los momentos porque Él tiene su plan. Nos toca orar con una fe terca, no intentar “entender”, y ver cómo el Padre coloca sus fichas para que te ocurra el milagro. El pediatra que estaba corriendo por la vida de mi hijo, era el socio de su pediatra regular, pero era el supervisor de residentes de Pediatría del Hospital y tenía acceso a la mejor ayuda.

Mientras daban tratamiento a mi hijo, me pidió que me fuera a mi casa, y volviera luego. También me envió al hospital anterior a buscar las placas de pecho. Yo no quería despegarme. Cuando llegué con las placas, me dijo: “El niño está a punto de infartar. Tiene pulmonía, bronquitis y sinusitis”. Yo no quería ir a casa, pero él insistió, alegando que estaba demasiado cansada y su papá estaba allí. Camino a mi casa estuve hablando Palabra de Dios todo el camino. Estaba sorprendida porque dentro de mis repeticiones de Palabra, me preguntaba cómo recordaba tanta Palabra. El Espíritu Santo oraba por mí, “con gemidos indecibles”.

Mientras me bañaba, empecé a sentir un gozo que no me podía explicar y tuve una visión: el pediatra salía sonriente al pasillo del hospital, y me decía: “Tu hijo está bien”.

Avancé y regresé al hospital. Pregunté por mi hijo, que ya no estaba en el cuarto donde lo dejé, y cuando iba hacia su nuevo cubículo, salía al pasillo el pediatra, sonriente, igual que en mi visión. “Tu hijo está sentado en la cama, jugando, y el CT Scan salió negativo a meningitis. Esperemos los resultados de la sangre”.

Los primeros resultados de sangre en el nuevo hospital, menos de 24 horas después de los 32,000 de contaje de bacterias del primer hospital, era 7,000 (contaje normal). En términos humanos, eso es imposible de ocurrir. Los contajes tan altos van bajando poco a poco a medida que el antibiótico trabaja. Por supuesto, el médico los mandó a repetir. El resultado fue 7,000. Le pregunte al doctor si hubo un error de diagnóstico o si mi hijo de verdad había tenido meningitis. Él respondió: “No fue un error”

A dos días de estar en el hospital, el médico ordenó repetir las placas. Llegaron las nuevas placas y el pediatra puso las placas anteriores y las nuevas en una pantalla en el cubículo. Las miró un tiempo que a mí se me hizo eterno. Yo pregunté: “¿Qué pasó?”. Él me dijo: “En esta placa aparece como si tuviera un pulmón nuevo. No se ve pulmonía, no se ve bronquitis, no se ve sinusitis”. Recordé inmediatamente que una semana antes de la crisis, el Pastor Ayo había orado por mi hijo en la iglesia y le había declarado “pulmones nuevos”, lo cual yo no había entendido. ¡Cuán grande es el Dios que sabe el pasado y el porvenir!

El medico me pidió que continuáramos administrando con el antibiótico por inyección 7 días y el antibiótico por boca 21 días”. Así lo hice porque soy una cristiana sensible a la voz de Dios, entendida y obediente.

Esa noche, apareció una anciana que no conocía y me dijo: “Vengo a orar por este niño porque él no se va a morir”. Me pidió permiso. Me uní a ella en oración. Mi hijo pronto cumple 36 años. Nunca más ha padecido de aquello que le aconteció. Yo he pasado por mucho… estoy viva y en fe, y nunca he expresado rebeldía ante Dios. Vivo en gratitud hacia Él. Cuando pude regresar a mi iglesia, le prometí a Dios lo siguiente en las escalinatas y así ha sido mi vida, a pesar de todo, viviendo muchos milagros:

 

¿Quién me separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?…  Antes, en todas estas cosas soy más que vencedores por medio de aquel que me amó. Por lo cual estoy segura de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 8:35-39, RVR 60, paráfrasis)

Aprende a ver milagros cada vez que despiertas… a darte cuenta de que Dios es sobrenatural y está a la vista en lo pequeño y en lo extraordinario… pero está. Porque siempre te libra, aunque tú no siempre veas o sientas de qué o de quién te libró.

Ofelia Pérez

 

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