Con el permiso… este es mi turno.

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En días pasados, a alguien se le ocurrió preguntarme (casi con mirada de compasión) por qué a mi edad, cuando “todo el mundo” (según ella) quiere retirarse y tener una vida suave y apacible (lo que yo considero aburrida), yo estoy empeñada en alcanzar metas, realizar sueños, tomar cursos nuevos, aprender más, compartir conocimientos, y llevar lo que ella piensa que es un alto nivel de actividad. Quedé estupefacta.

Cientos de estudios revelan que hoy día los 60 se viven de manera diferente, miles de “retirados” inician carreras distintas,  y las empresas aprovechan los cerebros estables y con sabiduría. Busca en Google a cuáles edades (excepto Mark Zuckerberg, claro) los grandes de la humanidad llegaron a la cúspide de sus inventos, descubrimientos, carreras. Nada más estudien las edades de los presidentes de los Estados Unidos.

No puedo recuperarme de cuán retrógrado fue el comentario, y de  cuán estrecho de conocimiento y visión es todo el que piensa así.

Aparte de las investigaciones que revelan que el cerebro, mientras más se usa, más tarda en deteriorarse, yo tengo unas razones muy personales que estoy segura de que muchas o muchos comparten conmigo.

 

  • Tengo un espíritu joven con sabiduría de vida bien vivida, y lecciones aprendidas que muchos quisieran tener.
  • Siempre he vivido al revés. Empecé a trabajar muy joven (14), y mi vida personal y profesional transcurrió entre adultos mayores. Ahora soy mayor y mi vida transcurre entre los más jóvenes, en una dinámica de mentoría revertida; aprendo mucho de los jóvenes y los jóvenes aprenden de mí. Y disfruto muchísimo con ellos. No estoy discriminando, pero no tengo amigos de mi edad (no los rechazo, pero no los busco y no me buscan).
  • Pasé por muchas relaciones que suprimieron la realización de mis metas. Por favor, ni pienses que yo “lo permití”. Yo vengo de la generación de hacer equipo con el marido a costa de una misma, y la generación de hacer lo que mi papá dictaba (hasta los 19).
  • Me determiné a que mis dos hijos tuvieran una vida y un futuro muuyyy superior al que yo tuve, y a ser cómplice de sus sueños hasta donde me tocaba a mí. Me costó tiempo, dinero, llanto, sacrificios, luchas, y mis metas y sueños personales. No me arrepiento de nada. Dios y yo lo logramos. Fue una gran decisión llena de recompensas, risas, orgullos, felicidad y paz mental y espiritual. Éxito rotundo. Lo celebraré hasta mi último suspiro.
  • Por fin me dedico a la pasión de toda mi vida: editar y escribir. Las horas parecen minutos, y la creatividad mental y espiritual me acompañan 24/7 (aunque los criticones digan que pienso “demasiado”). Hay personas que ni a los 40 ni nunca llegan a conocer esta divina bendición… (¿o le llamo “éxtasis?”).

Ahora. Este  es mi turno. Este es mi tiempo. Cientos de mujeres logran sus metas ¡a los 85! Estoy a tiempo. Vivo sorda ante los que sugieren lo contrario. ¿Qué puede pasar? ¿Qué un día amanezca aburrida de mi cara y busque un buen cirujano que me quite de encima 20 años? Mientras tenga energía, sabiduría, conocimiento, paciencia, experiencia, salud, la unción del Espíritu Santo y el favor de Dios, ¡todo está dicho… y hecho!

Si estás de acuerdo con todo esto, comenta. Si no lo estás, ni me escribas.

Mi fe obstinada tan solo lee y escucha las promesas de Dios.

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